¿Qué es el ictus?
El Ictus se engloba dentro de los accidentes cerebrovasculares, los cuales implican daño o disfunción, transitoria o permanente provocada por una alteración o interrupción en el aporte sanguíneo al cerebro, que limita o, incluso, elimina el aporte de oxígeno. Los ictus pueden ser de dos tipos:
- El ictus hemorrágico: se produce una hemorragia por la rotura de un vaso sanguíneo.
- El ictus isquémico o infarto cerebral: se produce la obstrucción de un vaso sanguíneo por un trombo.
¿A quién afecta y por qué?
Aunque es mucho más frecuente en personas de edad avanzada, también puede ocurrir en jóvenes y el riesgo de padecerlo es mayor cuando confluyen en el mismo individuo lo que denominamos factores de riesgo cardio-vascular: fibrilación auricular, diabetes, hipertensión arterial, colesterol elevado en sangre, obesidad, tabaquismo, sedentarismo, etc.
En España las enfermedades vasculares cerebrales (EVC) constituyen la segunda causa de mortalidad en la población general, y la primera en las mujeres.
Según los datos disponibles, la incidencia anual de ictus es de 187,4 casos por cada 100.000 habitantes.
¿Cómo detectarlo?
Uno de los factores más importantes para un buen pronóstico es una detección rápida, para ello existen tres preguntas cruciales:
¿Puedes sonreír?
¿Puedes levantar los brazos?
¿Puedes repetir una frase?
La elección de estos tres síntomas no es arbitraria. El ictus puede presentarse adoptando síntomas muy variados; sin embargo, sabemos que al menos uno de estos tres, están presentes hasta en el 80% de los casos.
¿Qué consecuencias provoca?
Cada parte del cerebro controla el funcionamiento de una zona del cuerpo. Según la zona del cerebro afectada y el tamaño de la lesión en cada enfermo las consecuencias serán diferentes.
Como consecuencia de un ictus una persona puede tener problemas para:
- Mover el brazo o la pierna o ambas.
- Mantener el equilibrio y caminar.
- Tragar los alimentos y comer.
- Hablar y entender el lenguaje.
- Pensar y recordar.
- Alteraciones conductuales.
- Cambios en el procesamiento de la información.
¿Qué hacer tras sufrir un ictus?
Tras sufrir un Ictus, es fundamental iniciar la rehabilitación de los daños causados lo más pronto posible. Con ésta se pretende:
- Conseguir la máxima independencia en sus actividades diarias, incluyendo la capacidad para desplazarse.
- Prevenir y tratar las posibles complicaciones derivadas: dolor, caídas, depresión…
- Ayudar a la persona y a su familia a entender la situación, superarla y adaptarse a las secuelas.
- Mejorar la comunicación de la persona con problemas de lenguaje.
- Paliar y tratar las consecuencias emocionales, intelectuales y del comportamiento.
- Analizar y llevar a cabo las posibles adaptaciones del entorno que necesite la persona para su autonomía y sus cuidados.
- Mejorar la calidad de vida de la persona y sus cuidadores.
El tratamiento rehabilitador es un proceso activo, que precisa la colaboración del paciente y sus cuidadores principales y de un equipo adecuado que habitualmente este compuesto por:
- Fisioterapeutas.
- Terapeutas ocupacionales.
- Logopedas.
- Neuropsicólogos.
El tiempo necesario para completar el programa neurorrehabilitador es diferente en cada paciente y depende de la gravedad de la afectación neurológica.
En Neurointegra contamos con un equipo especializado en neurorrehabilitación que cuenta con todas las especialidades antes mencionadas y que trabaja desde un modelo centrado en la persona y las personas de su entorno inmediato (familia y cuidadores principales). El programa neurorrehabilitador se consensúa con la persona afectada y con sus cuidadores principales para fomentar que los objetivos planteados y el abordaje sea significativo y más fácilmente generalizable.
Tanto si el ictus ha sido reciente como si las secuelas se encuentran en fase crónica, recomendamos consultar con nuestro equipo en qué puede ser beneficioso un programa neurorrehabilitador según las características personales de cada afectado.